“Conocer las posibilidades que tenía para trabajar en el
fomento a la lectura con esta herramienta de vida artística me llevó a soñar...
debemos poblar de cuentos la ciudad”
Y soñando estaba con poblar la ciudad de cuentos cuando me
invitan a contar cuentos los días sábados en la Editorial Fausto.
Allí puse corazón y esfuerzo. Era un desafío y compromiso nuevo, cada
semana tenía que tener un espectáculo nuevo.
Me acompañaban, esencialmente, quienes estaban en aquel entonces en la
Escuela de Narración: Ángeles Ferreira y Leticia Perdomo, también una maestra
parvularia de nombre Paola.
Cada sábado era un mundo por descubrir, nosotras como
cuenteras y los niños/as como nuevos partícipes de esta historia.
Los padres comenzaron a ser responsables y cada sábado
acompañaban a sus hijos en esta nueva actividad, los cuentacuentos.
Era para mi formarme y llevar a la práctica y después de
cada sábado, evaluar y luego renovar y luego seguir leyendo y .... actividad
sin fin. En ese entonces me di cuenta
que el oficio del narrador se vive todo el tiempo. En mi casa mis hijos comentaban “la cuentera
ocupa mucho espacio”, pues nuestra “casita-cuevita” cada vez se volvía mas
pequeña... libros, escenografía, títeres, purpurina, utilerías varias...herramientas
todas muy necesarias para poblar de cuentos la ciudad.
La prensa fue cómplice del sueño, pues cada sábado se hacía
eco de las actividades y ya no hacía falta enviar gacetillas... había un
espacio para los cuentacuentos, un privilegio que no todos los artistas
tenían. Y el arte de la narración de
cuentos fue ocupando espacio..... y ya no solo en la casita-cuevita.
El sueño recién empezaba, era solo un espacio... había que
ir diseminando espacios para que los niños/as puedan ir a uno u otro lugar...
que existan varios lugares con narradores de cuentos ávidos para compartir
historias.
El espacio del Fausto Cultural quedó a cargo de otras
narradoras mientras yo seguía mi camino de nuevos espacios.... había que poblar
la ciudad de cuentos.
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